13.4.16

Deriva a través de la construcción del subconsciente colectivo (III): La Ciudad

Lo Ciudad:

La Articulación arquitectura-territorio. Berlín y el mito de Muro.

El muro de Berlín fue durante años el símbolo de la guerra fría, la cristalización de un conflicto por la hegemonía mundial durante décadas. Pero no sólo eso, también era todo aquello que la arquitectura quería ser: el centro de la atención social, la representación de los poderes del estado y su herramienta  para la gestión de los cuerpos, así como la metáfora del pensamiento de una época. De hecho, por visibilidad, sencillez, funcionalidad y trascendencia, podría designarse como la más significativa e influyente obra de la arquitectura y urbanismo del S.XX, la pieza cumbre de la modernidad. Tan efectiva y poderosa era su presencia que Eija-Riitta Eklöf, de la “Objetúm-Sexuality (1.), se enamoró de Él y decidió contraer matrimonio con el Muro debido a sus viriles cualidades: “por su nobleza, por su sensación de seguridad, sus atractivas líneas y su simple presencia”, adoptando el nombre de Eija-Riitta Eklöf-Berliner Mauer.

Foto de la boda de Eija-Riitta Eklöf-Berliner Mauer (1979).

Pero a pesar del “amor” de muchos por el Muro, el gobierno alemán decidió la retirada paulatina de sus dispositivos de bloqueo fronterizo para la contención de ciudadanos, estrategia que le estaba causando más problemas que los que pretendía resolver. Esta retirada paulatina sufrió una accidentada aceleración cuando en Noviembre de 1989, Günter Schabowski ministro de propaganda de la Alemania Oriental, no leyó correctamente un comunicado internacional televisado e involuntariamente anunció el levantamiento de las fronteras y el libre movimiento a la Alemania Occidental. La masiva recepción que otorgaba una única vía de comunicación pública, así como la incapacidad para contrastar la información por parte de los ciudadanos, provocaron la inevitable ola de berlineses, de un lado y otro del Muro, con la esperanza de vivir la apertura de la frontera.

Rueda de prensa de Gunter Schabowsky del 9 de Noviembre de 1989.

Como afirma Kazys Varnelis (2.) , es un clásico error pensar que el comunismo perdió la guerra fría al capitalismo por una menor capacidad de financiación (el presupuesto militar soviético sobrepasaba ampliamente al estadounidense) o una mayor operatividad militar (el estado de alerta y temor en Estados Unidos era muy superior al soviético). La verdad era que  debido al terror norteamericano a un ataque nuclear soviético que bloqueara las comunicaciones y al probable colapso que sufriría por la destrucción de alguna de sus metrópolis, se desarrolló un sistema de comunicación y transmisión de información en red mediante gestión computerizada, aquello que más tarde daría como resultado Internet. Por tanto el capitalismo, sin saberlo, se adelantaba en la carrera de la hegemonía política desde una sala de ordenadores, mientras que los funcionarios  soviéticos trasnochaban en la fotocopiadora. Parecería apropiado aceptar que, independientemente de posicionamientos ideológicos, un sistema se hacia más resistente por su capacidad de adaptación, flexibilidad y atomización de los recursos e información, que los fuertes sistemas centralizados, jerarquizados y nucleares, como ejemplifica el hecho de que no se habría producido la caída del muro si hubiera canales de información alternativos para contrastar una noticia o desmentirla. A partir de aquel simbólico 9 de Noviembre de 1989, un sistema tan voraz como el capitalista, sobre el que ya entonces se preveía un colapso, no hizo sino expandirse con la acelerada efervescencia de las tecnologías informacionales. El Muro era un fantasma, no impedía el trasvases de personas, una frase en los medios de comunicación podía derribarlo. El Muro era tan solo un dispositivo de una semiótica política, una representación de una estructura militar y policial. Ni el tanque ni el muro monopolizaban ya la gestión de la ciudad y su subconsciente, todo eso se había derribado en Berlín. Esa capacidad había pasado a ser explosionada en una infinidad de organismos, instituciones y dispositivos sociales que devendrían cada vez más inmateriales y que permitirían una interiorización de las conductas de forma más efectiva, sutil e inevitable mediante una multiplicación de cadenas en la televisión por cable, anuncios por palabras, carteles luminosos, la Superbowl y la Champions League, todo junto, no necesariamente en ese orden y adherido a una infinidad de subproductos y merchandising. Del mismo modo había empezado a ser subvertida por nuevas estrategias de producción social, cultural y organizativas aun mucho más difusas en una construcción mutua de las tecnologías urbanas en la que nos ubicamos a principio del S.XXI.


Cada del Muro de Berlín(1989).

De la misma forma que podríamos entender la transformación en la ciudad como este proceso de evaporización desde un estado líquido (estable, lento y conformable al contenedor) a uno gaseoso (inestable, acelerado e informe)  (3.) que amplían los parámetros de construcción de la ciudad, también existe la habilidad que esta nueva situación posee para ser partícipe de él y  establecer relaciones no necesariamente jerárquicas. Este factor en el cambio del sistema ha generado nuevos contratos con el medio y formas de conocimiento e inteligencia, basados en la capacidad de acceder a la información, manipularla e incluso recomponerla, generando aquello que Gilles Deleuze llama agenciamientos (4.), o lo que Bruno Latour y la sociología simétrica llama  actor-red (5.), es decir, relaciones exponenciales entre agentes, y donde las dicotomías entre humanos o no-humanos quedan disueltas generando lo que Peter Sloterdijk  denomina parlamentos post-humanista  (6.). Si observamos la ciudad podremos darnos cuenta de estos agenciamientos si detenemos nuestra mirada en alguien escuchando música en el metro. Esa persona escucha un reproductor que no sería posible sin el formato digital de sonido mp3, que ha intercambiado mediante un sistema p2p  de un desconocido de Singapur, que a su vez había descubierto en Facebook de la banda que estaba linkado en otra página web a la que entró tras teclear “trabajo precario” en el buscador de Google. Esas alianzas de formatos híbridos entre si, como la que forman el dispositivo móvil, mp3, p2p, Facebook, el hiperlink y Google, pero también con la Empresa Municipal de Transporte e Inditex, configuran el “paisaje-red” en el que detenemos la mirada en ese momento. 


Paisaje urbano según Eboy.

La ciudad, para bien o para mal, ya no está en manos del urbanismo ni de la arquitectura, ni siquiera necesariamente de sus poderes políticos, sino que se presenta como la conjunción paisajística de este paradigma entre el control y la subversión que se retroalimentan. Y entenderemos aquí por paisaje aquello que une las cosas más que las cosas en si, uniones que son, como en toda naturaleza, en ocasiones invisibles, múltiples y mutantes.



Referencias:
(1.) Objetofilia: Tipificado como trastorno médico, también es entendido como corriente artística que establece relaciones afectivo-amorosas con objetos, mobiliario o elementos arquitectónicos.
(2.) Varnelis, K. & Sumrell, R. (2007). Blue Mondays. Barcelona: Actar  
(3.) Serrano, E.(2003) Capitalismo y Territorios (Tesis Doctoral. E.T.S.A.Sevilla)
(4.) Guattari, F. & Deleuze,G. (1990). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. Madrid: Pre-textos.
(5.) Latour, B. (1999). La esperanza de Pandora. Barcelona: Gedisa
(6.) Sloterdijk, P. (2003) Normas para el parque humano. Una respuesta a la 'Carta sobre el humanismo' de Heidegger. Madrid: Siruela